Deprivación crónica de sueño: La deuda que no se recupera

Si se tiene que preparar una presentación para el trabajo, estudiar para una prueba, armar las maletas o simplemente se quiere quedar viendo una película entretenida, es común que se le resten horas al sueño.

Y es que la vida moderna no tiene descanso. Durante las 24 horas tenemos luz eléctrica, televisión, internet e infinitas posibilidades de continuar en vigilia las horas que se debiesen destinar al dormir.

Las consecuencias que apreciamos al día siguiente son somnolencia y cansancio, que imaginamos podemos recuperar con una siesta reparadora el fin de semana. Sin embargo, no siempre es así.

De acuerdo con una investigación presentada por el Colegio Americano de Neuropsicofarmacología en el 49º mitin anual realizado en Miami Beach en diciembre pasado, no se pueden revertir los efectos de un sueño pobre, aun cuando a las personas que mantienen esta deuda crónica les cueste reconocerlo.

Diversas alteraciones
Los efectos de las restricciones de sueño de forma crónica pueden llevar a una acumulación de alteraciones, como las que se producen en la atención, en la memoria de trabajo y en la velocidad cognitiva

Esto se traduce en la rapidez con la que pensamos, la capacidad que tenemos para atender nuestros asuntos y responder adecuadamente desde lo motor.

“La reducción del sueño es poco percibida por las personas pero efectivamente lleva a alteraciones importantes”, señala el neurólogo Walter Avdaloff, director médico del Instituto del Sueño.

En verano, cuando el aumento de las horas de luz disminuye el sueño nocturno y las vacaciones desordenan nuestros horarios, es común que se le resten horas al buen dormir.

Sin embargo, cuando se hace de forma habitual, restado más de cuatro horas al sueño o por un período mayor a cuatro días, se afecta severamente “memoria, atención, concentración y tiempos de reacción psicomotora”, explica el especialista. Esto va deteriorando la calidad de vida de las personas.

Sueño dañado
El estudio examinó la recuperación y los déficits neurobiológicos en 159 personas con una media de 29 años de edad, quienes durmieron por diez horas en cama y durante cinco noches en un laboratorio del sueño. Asimismo, se les hizo dormir por igual período pero con una restricción de cuatro horas.

Durante el día, quienes se vieron privados de sueño mostraron somnolencia y posteriormente trastornos psicomotores y alteraciones en la velocidad cognitiva. El alerta conductual  y subjetiva no se recuperó, aun cuando las personas no tenían conciencia de haber perdido con restar horas al sueño.

El sueño dañado es más superficial, con menos periodos REM y más despertares nocturnos. No es un sueño de buena calidad y no se recupera con dormir más el domingo o descansar en vacaciones. “Deja una secuela que puede ser menor si se trata de una privación por un periodo corto, pero si se extiende, la persona se expone a un daño crónico”, concluye el especialista.