Duración del sueño y calidad de vida

Cada vez dormimos menos

Se cree comúnmente que la duración del sueño de la población ha ido declinando gradualmente.

Cinco décadas atrás, la duración promedio del sueño era de alrededor de ocho horas.

En 1974, un importante estudio polisomnográfico nocturno mostró que un grupo de voluntarios durmió un promedio de siete horas por noche. Una década más tarde, el National Health Interview Survey señaló que los adultos de mediana edad reportaban entre 7 a 8 horas.

De acuerdo a una encuesta Gallup realizada en 1995, el promedio de horas de sueño llegaba a siete. En 1998, el Sleep in American Poll sostuvo que era de 6,57 horas. En un estudio más reciente de los patrones de sueño, los registros actigráficos demostraron que las personas adultas entre 40 a 64 años dormían un promedio de 6,22 horas.

Según un artículo publicado en Sleep Medicine Alert, la población estaba durmiendo un 25 por ciento menos que sus tatarabuelos hace 100 años.

Situación de cuidado

Estas tendencias han provocado alarma entre los observadores en lo que respecta al riesgo de accidentes y otros eventos adversos que podrían ser asociados con la falta de sueño, pues una marcada restricción de sueño realizada en forma experimental ha demostrado que esta carencia reduce el alerta durante el día y provoca alteraciones del ánimo.

Con esta evidencia, se considera que el incremento de la somnolencia diurna es un importante riesgo para la salud.

Más aún, un informe que comparó las respuestas de un cuestionario del Minessota Multiphasic Personality Inventory obtenidas entre 1939 y 1980, descubrió un aumento de la fatiga entre las personas. Este hallazgo es consistente con los encontrados en el Omnibus Sleep in American Poll, el cual mostró que un 57% de los individuos encuestados informaban que la somnolencia interfería con su habilidad para conducir vehículos. De estos, un 23% confesó quedarse dormido al volante.

Tomando en consideración los efectos de una extremada falta de sueño en personas que conducen vehículos o máquinas industriales y que muestran síntomas de carencia de sueño, a estos individuos se les debería aconsejar dormir más horas. No obstante, aún es incierta la evidencia de los efectos de la falta de sueño. Se sabe que la restricción experimental en algunos tipos de insomnio y en depresivos es una buena terapia, pero son inciertos sus efectos a largo plazo en la morbilidad total y cómo esta falta de sueño se podría reflejar en la calidad de vida de las personas.

Investigación y discusión

Para este estudio, se utilizó en una muestra representativa de residentes de la ciudad de San Diego, con edades entre 40 y 64 años.

De esta muestra inicial se eligieron 273 voluntarios, a quienes se los encuestó sobre la duración subjetiva de su sueño, dificultades para quedarse dormidos o para despertar en la mañana y si su sueño era satisfactorio.

Además, se les pidió contestar el test CES-D (Center for Epidemiology Studies-Depression Scale), con el cual se mide la severidad e intensidad de síntomas depresivos.

Los voluntarios fueron monitoreados en sus casas por tres días, mediante el empleo de actígrafos, para obtener un registro de 24 horas de las etapas de sueño y de la vigilia.

Si bien aún no se establece en forma científica la duración óptima de la etapa del sueño necesaria para un buen desempeño en la vigilia y para una mejor calidad de vida, sí se relaciona la duración habitual del sueño y el bienestar en el medio natural.

La información basada en estudios de población que se analizó en este estudio no arrojó evidencia alguna que una mayor duración de la etapa del sueño se asocie con una mejor calidad de vida.

Asimismo, ni los reportes subjetivos del grupo investigado ni las mediciones con actígrafo pudieron asociarse con una mejor calidad de vida.

El hecho de que la población debería dormir más horas no tiene ningún asidero con nuestra información al respecto. Sin embargo, es necesario tener cuidado con el incremento de la somnolencia diurna, de importante riesgo para la salud.

Resumen del trabajo de Gerardin Jean Louis, Daniel F. Kripke y Sonia Ancoli Israel. Departamento de Psiquiatría, Universidad de California, San Diego CA. Departamento de Psicología, Universidad de Long Island NY. Departamento de Psiquiatría, SUNY Downstate Medical Center, NY. Publicado en Sleep, p.115-1121, Vol.23, Nº 8. 2000.