Pesadillas como predictoras de suicidio

El Departamento de Salud Pública de la Universidad de Helsinki, Finlandia, planteó una investigación para indagar y examinar la relación entre la frecuencia de pesadillas y el riesgo de suicidio.
El trabajo comenzó en 1972 y estudió un total de 36.211 personas (17.700 varones y 18.511 mujeres), de entre 25 y 64 años de edad.
La investigación se basó en cuestionarios para indagar en la historia médica y familiar de los pacientes, preguntando, asimismo, la frecuencia de pesadillas.
Se siguió a estos pacientes hasta diciembre de 1995: algunos murieron y una de las causas fue suicidio u otros daños autoinflingidos. Estos datos se obtuvieron del Registro Nacional de Mortalidad de Finlandia.
El análisis de los resultados del estudio mostró que la frecuencia de pesadillas se encontraba directamente relacionada al riesgo de suicidio. Esta investigación fue la primera que informó de una asociación directa de la frecuencia de pesadillas y muerte por suicidio.

Pesadillas y enfermedades psiquiátricas

Los patrones de las perturbaciones del sueño están asociados con severas enfermedades psiquiátricas.
Se define como pesadillas a aquellos sueños angustiosos y atemorizadores que son episodios nocturnos terroríficos y vívidos, pero diferentes de los malos sueños. Están clasificadas como un desorden del sueño.
En la población general, se han asociado a problemas psicológicos y a la presencia de desórdenes depresivos, de ansiedad y con ambas enfermedades de una manera gradual.
Estudios previos habían asociado este trastorno del sueño con depresión mayor y psicosis.
Del mismo modo, se ha relacionado al insomnio e hipersomnia con el riesgo de suicidio. Mayor evidencia existe de la relación de suicidio, pesadillas, depresión mayor y ataques de pánico.
Sin embargo, ningún estudio previo había evaluado la posible asociación entre la frecuencia de las pesadillas y el riesgo real de cometer suicidio.
El propósito de este estudio con una gran muestra de población fue el descubrir el riesgo relativo de muertes por suicidio entre sujetos adultos que reportaban diferentes frecuencias de pesadillas en Finlandia, país donde la tasa de suicidio es bastante alta.

Resultados reveladores

Se descubrió que la prevalencia de pesadillas era más alta entre las mujeres que entre los hombres (45,6 por ciento versus 37,1 por ciento). Con la edad aumentaba la proporción de hombres con pesadillas pero disminuía en las mujeres. El porcentaje de individuos con pesadillas frecuentes aumentaba con la edad en ambos sexos.
En general, los sujetos que tenían pesadillas eran adultos mayores, más frecuentemente mujeres, solteras, cesantes, grandes fumadores y bebedoras de alcohol.
Con frecuencia, experimentaban síntomas de insomnio y mostraban un ánimo deprimido. Asimismo, tomaban drogas psicotrópicas, tenían una vida estresante y padecían de ansiedad en comparación a los sujetos que no experimentaban pesadillas.
El análisis de los datos hizo llegar a la conclusión de que la frecuencia de las pesadillas estaba directamente relacionada con el riesgo de suicidios.
El método de suicidio más común era el ahorcamiento, empleo de pistolas o explosivos y gas de cañería.

Discusión de interés

Este fue el primer estudio que informó de una asociación directa y graduada entre la frecuencia de pesadillas y muerte por suicidio.
Los estudios anteriores habían indicado que la conducta suicida estaba relacionada a la frecuencia de pesadillas, pero en un grupo pequeño y seleccionado de pacientes.
Existe otro estudio de población previo. Entre los adolescentes entre 13 a 16 años la frecuencia de las pesadillas era significativamente más prevalente en los niños y niñas que habían tenido pensamientos suicidas comparados con aquellos que no habían tenido estos pensamientos.
También hubo hallazgos que señalaban, en una muestra, que entre un 30 a un 50% experimentaba pesadillas ocasionalmente.
De acuerdo con estudios anteriores, la prevalencia de las pesadillas varía de un 2 a un 75% en la población adulta. Las discrepancias en los porcentajes se deben a las diferencias culturales de los grupos estudiados.
Bixler y colaboradores han demostrado que los individuos que tienen pesadillas con frecuencia necesitan más ayuda médica para manejar sus tensiones, problemas con el alcohol, depresión y soledad.
En otro estudio con insomnes que padecían de problemas de pesadillas, éstos se quejaban de gran irritabilidad, ansiedad y sentimientos de depresión con mucho más frecuencia que el grupo que no tenía pesadillas.
Por otra parte, Hublin y colaboradores mostraron que los sujetos que tenían pesadillas todas las semanas mostraban un riesgo seis veces más alto de padecer una enfermedad psiquiátrica comparados con aquellos que no tenían pesadillas.
Un desafío difícil que encaran psiquiatras y clínicos en general es la identificación de los sujetos con un alto riesgo de suicidio.
Diferentes rasgos clínicos pueden ser observados en las personas que van a cometer suicidio en un futuro cercano, que se diferencian bastante de los que presentan quienes van a cometerlo años o décadas más tarde.
El común denominador entre la frecuencia de pesadillas y un riesgo aumentado de suicidio posterior puede ser un historial de traumas. Las primeras investigaciones han demostrado lazos aparentes entre la historia de traumas e intentos de suicidio y entre eventos traumáticos e ideación suicida.
Más aún, la experiencia de un potencial evento traumático, como por ejemplo un terremoto, abuso sexual o guerra, puede dar como resultado una mayor frecuencia de pesadillas. Las personas que padecen con frecuencia de pesadillas han sido incapaces de integrar psicológicamente sus experiencias traumáticas.
No existe una sola aproximación en la prevención del suicidio. Se requiere de muchísimos más estudios para incorporar los nuevos hallazgos dentro de la teoría y práctica de la prevención del suicidio.

Resumen de la investigación de Antti Taskanen MD, Jaakko Tuomilehto MD, Heimo Vinamaki MD y colaboradores, Departamento de Salud Pública de la Universidad de Helsinki, Finlandia.
Publicado en Sleep, Vol 24, Nº 7, 2001.